Desde que el 9 de junio de 2016 la Santa Sede anunciara la creación del Ordinariato para los católicos orientales en España, el cardenal Carlos Osoro, como ordinario propio de estos católicos, comenzó a dar los pasos necesarios para crear una estructura pastoral que permitiera la adecuada atención a todos los fieles que pertenecen a los distintos ritos orientales.
La gran mayoría de estos católicos que están en España son inmigrantes, provenientes de Rumanía, Ucrania y la India, que pertenecen a tradiciones católicas muy antiguas, como la bizantina o siro-malabar. Todos ellos forman una rica pluralidad que pone de manifiesto la catolicidad de la Iglesia que, como decía san Juan Pablo II, respira con sus dos pulmones: Oriente y Occidente.
Estos fieles son atendidos por sacerdotes de sus propios ritos, que han venido a España de lejos. Algunos de ellos están aquí con sus familias, mujer e hijos, ya que la Iglesia de Oriente permite la ordenación de hombres casados. Otros viven célibes como los sacerdotes de rito latino. Y unos y otros han tenido unos días de convivencia con el Cardenal Osoro.
El encuentro que tuvo lugar en Madrid, los días 2 al 4 de mayo, comenzó con la celebración de las vísperas, según el rito siro-malabar, que recuerda la tradición de una Iglesia que fue fundada por el apóstol santo Tomás.
El día 3 empezó con la oración de laudes, celebradas en rito bizantino y fueron organizadas por los sacerdotes ucranianos. A continuación, el P. Miguel Campo, profesor de Derecho Oriental en la Universidad Pontificia de Comillas, explicó las implicaciones jurídicas y pastorales que conlleva la creación del Ordinariato de los católicos orientales en España. La mañana terminó con la concelebración eucarística, en rito latino y presidida por el Cardenal Osoro. Al final se hizo presente el cardenal Sandri, prefecto de la Congregación de Ritos Orientales, mediante un mensaje telefónico en el que saludó a los presentes y los animó a construir fraternalmente esta nueva realidad que es el Ordinariato.
Por la tarde hubo un diálogo fraterno en el que se plantearon preguntas, se pusieron de manifiesto las esperanzas e ilusiones que la creación del Ordinariato ha creado tanto en los fieles como en los sacerdotes de los ritos orientales.
A continuación el Cardenal Osoro habló de lo que significa la creación del Ordinariato para la vida de la Iglesia en España y, de modo particular, en Madrid. Aseguró que es un lugar de encuentro. Es una riqueza que haya católicos de otros ritos. Son tradiciones vivas de la Iglesia que no se pueden perder. Es un bien para la Iglesia en España que haya sacerdotes que preserven y fomenten estas tradiciones. Además al estar, muchos de ellos, casados, son un testimonio para las familias cristianas. Afirmó que nosotros podemos aprender mucho de ellos. Nos obliga a trabajar mejor en la acogida de los inmigrantes, en el cuidado de estas familias y en la atención a los más necesitados.
Durante la jornada de la tarde, algunos de los sacerdotes presentes contaron sus experiencias pastorales, explicaron las tradiciones propias y las peculiaridades de sus Iglesias. Y, por último, estuvo José Luis Segovia, vicario episcopal de Pastoral Social, que explicó cómo se puede ayudar a estos fieles, que llegan como inmigrantes, a legalizar su situación en España.
Después se celebró la oración de vísperas, también en rito bizantino, pero en esta ocasión, organizadas por los sacerdotes rumanos. Al finalizar la celebración regalaron al cardenal Osoro un icono de la Madre de Dios. El día terminó con una tertulia donde los sacerdotes mantuvieron un diálogo fraternal con el cardenal Osoro.
El último día, al hacer balance de lo que este encuentro había supuesto, la impresión que manifestaron todos los sacerdotes fue la alegría de haber podido estar con su nuevo pastor, en quien habían visto a un padre que los escucha y se preocupa por ellos. Todos eran conscientes de que esta nueva realidad pastoral tiene que crecer con el trabajo de todos. El nuevo Ordinariato es una ocasión preciosa para mostrar la riqueza de la Iglesia católica. Y como escribía el cardenal Osoro, en la carta de convocatoria a este encuentro, todos podemos «componer una bella sinfonía que cante las alabanzas a Dios nuestro Padre y dé testimonio de la unidad de los cristianos querida por el Señor Jesús».